Hijo de Isabel Gatica y Ponciano Huenchul, nació el 25/01/1947, en campos fiscales de las márgenes del Río Colorado, entre “La Japonesa” y “Pichi-Mahuida”. Su padre descendía de mapuches de la cordillera, pero también un abuelo -Arce de apellido-, era de origen español.
Puede decirse que heredó de su padre el gusto por la guitarra y el oficio de domador, de ahí que supo contar que “desde chico me gustaba andar sancochando como rastriando pumas y jabalises dañinos…”.
Tenía 16 años, cuando montando un rabicano, con el overo de pilchero del cabresto, -como narra en el verso-, dejó el pago y se adentró hacia el sur inmenso, en alto la consigna paterna: “El hombre siempre debe ganarse el sustento honradamente…”.
Se formó escuchando a los payadores en “Amanecer Argentino”, y así, un día se animó a borronear sus propias letras, y aunque después descubriera que tenían ‘manqueras’, le abrieron la puerta al sueño de poeta. Y así, también le hizo un dentre al canto repentista.
Allá por 1975, se hace 25 leguas para allegarse a “Colonia Juliá y Echarren” -R. Negro-, a escuchar de cerca y poder estrecharles la mano a José Curbelo y Waldemar Lagos. Casi allí decide dedicarse al canto alterno; viaja a Buenos Aires y participa del “Rincón de los Payadores” por Radio Argentina, donde además, escucha atentamente los consejos de Curbelo. Ya decidido, en 1978 participa en un certamen de payadores en Rafael Calzada obteniendo el 2º puesto, reafirmando sus condiciones en otro certamen, este más importante, en 1985, en “La Montonera” de Ensenada”, donde repite el premio y queda ya definitivamente inserto en el panorama payadoril, y como corolario graba en Estudio Gismondi de La Plata, su primera producción: “Sin Pulir…” – Saul Huenchul, payador patagónico”. Este y el folleto de 12 págs. “Estancia La Nicolasa”, fueron su plataforma de lanzamiento.
Conocedor de todas las tareas ecuestres al estilo de la “patria vieja”, como que se hizo en las inmensidades patagónicas, sus versos -un claro reflejo de esa vida-, calan hondo en el sentir y el gusto de la paisanada, que los escucha y busca afanosos.
Hoy, son incontables las grabaciones que ha realizado, siempre con letras de su autoría, en las que a veces, más allá de lo campero, enarbola el canto social.